¿Qué sería de cada uno de nosotros si no hubiéramos tenido los maestros que tuvimos?
Todos y cada uno de los maestros que fueron parte de nuestro proceso formativo a lo largo de tantos años, nos han dejado una huella. A veces es huella será positiva y significativa pero también puede tener algunos tintes no tan agradables. Al final, hubo un impacto en nuestra experiencia.
Como docentes, estamos conscientes de la responsabilidad que tenemos con nuestros alumnos porque sabemos que aquello que ellos aprendan, la manera en cómo lo aprendan y la experiencia que genere será parte importante de su vida. La pregunta es: ¿Qué y cómo quiero que mis alumnos lo vivan?
Gracias a los avances en Neuroeducación tenemos a nuestro alcance información valiosa que puede hacer la diferencia con nuestros alumnos por medio de la comprensión del funcionamiento de nuestro cerebro y los efectos que se tienen al ofrecer ciertos estímulos, en este caso, para el proceso de aprendizaje.
Como en todas las metodologías, técnicas, estrategias de enseñanza o sistemas de trabajo, es de suma importancia que haya claridad en el rol que desempeña cada uno de los que participan para que haya resultados exitosos. En este caso revisaremos cuál es el rol que el docente debe desempeñar desde la Neuroeducación.
El reto principal es que el maestro provoque estímulos de las áreas de atención que codifican, es decir, que el maestro debe ofrecer a sus alumnos experiencias significativas que despierten la curiosidad en sus alumnos que impulse a aprender e implicarse como sujeto activo en su propio proceso de aprendizaje, dando como resultado un almacenamiento productivo de la información en lugar de la memorización.
Desde la Neuroeducación se consideran “profesores excelentes” aquellos que integran componentes emocionales en sus clases, así como con ellos y entre ellos. Por este motivo, lo primero que un docente debe reflexionar es en sus propias emociones y autogestión de las mismas. ¿Cómo esperamos que nuestros alumnos sean emocionalmente inteligentes si no tienen un modelo de cómo hacerlo?
Otro aspecto fundamental que los docentes deben considerar consiste en saber claramente qué se está aprendiendo y qué no está funcionando en ese proceso. Afortunadamente siempre se tienen distintas formas de hacer las cosas y, en este caso, la Neuroeducación promueve la flexibilidad en los docentes para lograr ese impacto que se requiere, ya sea en las estrategias o herramientas que se integren o en la forma en cómo se impartan las clases.
Si se quieren resultados diferentes se tienen que hacer cosas diferentes.
Y, finalmente, algo que el docente no debe de dejar atrás es favorecer el proceso de metacognición con los alumnos. Aunque se tiene tiempo hablando de ello y tratando de desarrollarlo con nuestros grupos, en ocasiones, no se lleva de la mejor manera o no se cumplen los objetivos que se persiguen.
La Neuroeducación nos orienta a hacer conciencia en nuestros alumnos en que ellos puedan descubrir qué aprenden y cómo lo aprenden, cuál fue el error, que pueden hacer diferente, cómo resolver problemas, etc., es decir el desarrollo de habilidades cognitivas que les permitirán vivir de una manera diferente su propio proceso de aprendizaje.
Si te fijas, nuestro rol como docentes consistirá en ser guía, acompañante y detonador de experiencias para nuestros alumnos. Los cambios pueden darnos temor, lo más importante es querer hacerlo, con eso ya tenemos mucho ganado.
¡Vamos haciendo la diferencia!
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