La fantasía se encuentra viva y en plenitud en el cerebro de los niños. ¿Te acuerdas el mágico mundo que habitaba en tu cerebro cuando tenías 5, 7 u 8 años? ¿Soñabas con volar? ¿o tal vez ser la heroína o el héroe de la mejor historia jamás contada y que sólo tu podías vivir? ¿O cuando escuchabas o leías un cuento de princesas o personajes que tenían que luchar con monstruos? ¡Qué hermosa época! Todo lo que escuchabas tomaba vida y lo podías ver con tanta claridad, que algunas veces seguramente hasta lo llegaste a sentir real. Ese tiempo, para nosotros los adultos, lo recordamos con cariño y nostalgia sabiendo que difícilmente regresará.
Nosotros, educadores de primaria y secundaria debemos esforzarnos para mantener y educar el mundo fantástico que por naturaleza los niños poseen. Este mundo, en donde todo es posible, ayuda a que los sueños, la esperanza y la fe tengan un lugar donde apoyarse y que ayudará a mantenernos fuertes y resilientes durante los momentos difíciles que se presenten en la vida.
Hace un buen tiempo, llegó a mis manos el libro Los patitos feos, un libro escrito por Boris Cyrulnik titulado Los patitos feos, La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida, de Boris Cyrulnik, en donde a través de la propia experiencia, su autor nos va dibujando la difícil experiencia de infancia que algunos niños ha llegado a vivir.
En su primer capítulo, el libro nos narra la historia de varios niños que, a su corta edad, no tuvieron la fortuna de vivir en un hogar que pudiera garantizarles un ambiente favorable y seguro que les ayudara a crecer de manera sana, como el caso de Genet que al contar su historia comienza diciendo: “Yo morí siendo un niño. Llevo en mí el vértigo de lo irremediable… El vértigo del antes y del después, de la alegría y la recaída, de una vida que apuesta a una sola carta…”
Es posible que no tengamos dentro de nuestro salón de clase historias como la de Genet, sin embargo, no podemos garantizar que en la vida de nuestros alumnos no existan o vayan a existir ambientes hostiles, difíciles y frustrantes que tengan que enfrentar por sí solos. Es por ello, que resulta de suma importancia atender a algo que parece no tener mucha trascendencia pues al parecer no ayuda a ubicarse en la realidad, esto es la fantasía, los sueños y las ilusiones, elementos que, en caso de que el niño se vea sometido a una situación de prueba, tenga le ayuda para movilizarse en busca de un sustituto eficaz que le ayude a superar la difícil prueba que se le presenta.
Es conveniente que, como profesor, de vez en cuando le cuentes una historia fantasiosa a los niños, que les ayudes a mantener los sueños de creer que todo es posible, que fortalezcas su fe, desde su mundo interno, el lugar que sólo ellos pueden explorar y en el cual se mueven con la libertad que nadie puede arrebatarles.
Con actividades de este tipo, no sólo se fortalece la ilusión, la fe y la esperanza humana, sino también la religiosa. Se dan cuenta que en Dios todo es posible y que su presencia no es sólo una idea, sino una realidad habitada en su interior.
Quiero concluir parafraseando a Hans Christian Andersen refiriéndose al patito feo: “El patito, se dirigió a sus agresores con la cabeza baja, como haciéndoles saber que estaba dispuesto a morir. Y entonces vio su reflejo en el agua: patito feo se había transformado en un soberbio cisne blanco.”
Sueña maestro, ilusiónate, entra en el mundo fantástico de tus alumnos, ayúdales a entender que todo es posible, fortalece su resiliencia, educa para la vida en plenitud, que se den cuenta, que, si llega un momento difícil, será sólo eso, un momento.
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