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Lazos de Vida (Kindertransport)

Lazos de Vida (Kindertransport)

Sin mucho que investigar, sin leer la sinopsis y para distraerme un poco, entré a ver la película Lazos de vida. Poco tiempo había transcurrido la proyección, cuando ya me encontraba con algunas lágrimas en mis ojos, éstas no eran por lo sentimental o tierna que estuviera la trama, sino porque me transportó a la experiencia vivida algunos años atrás en el campo de concentración de Auschwitz. Tal vez te preguntarás cómo es que yo estuve en ese campo de concentración y qué tipo de experiencia fue la que tuve allí, pues ahora te lo cuento a través de la reflexión que escribí una vez que salí del campo, y que a continuación leerás.  

Has escuchado la frase: ¿El trabajo te hará libre? Yo exactamente no recuerdo cuando fue que la escuché por primera vez, pero cuando la escuchaba solía decir, ¡Eso es verdad! Sin embargo, hace tres días reflexioné un poco más sobre ella y lo que sentí fue rabia, rencor e impotencia.  

Es increíble como los seres humanos podemos hacer sofismas para justificar nuestras acciones. El trabajo te hará libre, sí, más no por el fruto que puedes obtener de él, tampoco porque a través de él improntas tu huella en esta vida que te hace trascender para siempre y que da testimonio de que has pasado por aquí. No te hará libre porque deja ver quién eres y hacía donde vas, tampoco te hará libre porque a través de él estás logrando tu realización como persona con la vocación en la que te desempeñas; sino por el contrario, el trabajo te hará libre porque es el medio que hemos elegido para matarte, es el medio por el cual debes morir y al final, cuando estés muerto habrás obtenido tu libertad porque de otra manera no la podrás obtener.  

¡Qué sentido tan estúpido y qué manera de justifica la acción que estaban llevando a cabo para defender su ideología! 

El trabajo te hará libre –ARBEIT MACHT FREI- es la frase que actualmente sigue escrita con hierro forjado en el arco de la puerta de ingreso del campo de concentración número uno de Auschwitz en Polonia. Hace tres días tuve la oportunidad de hacer un recorrido por este lugar y es allí en donde encontré el monumento al hambre, que junto con la montaña de zapatos que alguna vez pertenecieron a alguien, estaban allí para dar testimonio de lo ocurrido.  

Lazos de Vida (Kindertransport)

Tal vez tendrás idea de lo que se siente cuando detrás de una vitrina puedes observar más de una tonelada de cabello humano que les fue cortado a los prisioneros de Auschwitz con el fin de confeccionar cobijas, o la tristeza que se experimenta al ver miles de pares de zapatos de todas las tallas amontonados en grandes montañas, zapatos que poco a poco fueron perdiendo su brillo a causa del tiempo y del polvo, y que no pudieron ser desgastados en una fiesta o en paseo con la persona amada.  

El recorrido lo fui haciendo con lentitud y atención acompañado de un pequeño grupo de educadores que habían venido a conocer el lugar. Escuchando la explicación que la guía nos proporcionaba; explicación que después ya casi nadie escuchaba y que yo la iba sintiendo ya lejana pues el dolor se había posesionado de mi persona. Poco a poco fui quedando en silencio, un silencio cargado de tristeza, un silencio que me obligaba a escucharlo y, que a la vez, me interpelaba y me preguntaba por el sentido de la vida. 

Casi al final del recorrido, alejado de las grandes galeras, una pequeña puerta se abrió y nos hicieron entrar en lo que desde mi concepto podría describir como una fría bodega. Era una grande habitación sin ventanas, de largos muros y bajo techo, iluminada tan solo por dos pequeños focos de bajo voltaje. Me encontraba dentro de la cámara de gas. Las primeras preguntas que en silencio me hice fueron: ¿Cuántas personas murieron dentro de estas cuatro paredes? ¿Cuántas personas estuvieron de pie, aquí mismo, donde yo me encuentro parado en este momento y que ya no pudieron salir con vida jamás? El rencor, la rabia y la impotencia que se habían acumulado durante el recorrido que realizábamos comenzó a encontrar salida a través de las lágrimas que corrían por mis mejillas, lloraba y lloraba sin alzar la voz, lloraba en silencio. Pero ¿Por quién lloraba? ¿Acaso llegué a conocer a esa gente? Ciertamente que no, pero, sólo alguien de una naturaleza ajena a la naturaleza humana permanecería indiferente después de lo que ha visto y ha escuchado.  

Poco a poco fuimos dejando el lugar, el impacto recibido de encontrarme dentro de la cámara de gas y el dolor que estaba experimentando me impidieron siquiera darle importancia a los dos pequeños hornos crematorios que se encontraban en la sala de junto. Estaba profundamente conmovido por el genocidio que allí se había realizado.  

Muchas veces leí lo que Víctor Frank escribió en su libro El hombre en busca de sentido, en aquel tiempo me indignaba solamente de pensar lo que él y muchos otros tantos habían vivido en Auschwitz, pero nunca me imaginé que la visita a este lugar me impresionaría tanto.  

Al finalizar del recorrido, una persona del grupo manifestó: ¿Por qué siguen manteniendo este lugar? ¿Por qué no lo destruyen? No hace otra cosa que entristecer a la gente. Mi respuesta fue inmediatamente manifestada. Creo que debe continuar. Es el testimonio fiel de aquello que debemos evitar y no permitir que vuelva a suceder, debemos trabajar para que no vuelva a ocurrir nunca jamás.  

¡Cuánta importancia tiene educar al respeto, y aceptar la diferencia! ¡Cuán importante es ver en la diversidad una riqueza y un valor, más que un obstáculo o una amenaza! Los discursos dicen que mucha es la importancia, pero, sólo al recorrer por este lugar me hizo tomar conciencia de este argumento desde una perspectiva diversas olvidándome de las grandes teorías y discursos para comenzar con la práctica.  

Esto que escribo hoy, lo escribo para ayudarme a no olvidarlo nunca. Lo escribo también para compartirlo contigo a quien te considero mi amigo y que estás conmigo en el campo de la educación. Esta ha sido la mejor conferencia que tuvimos durante el congreso de Cracovia, conferencia que fue dictada por la historia, por los millones de víctimas de este lugar. Yo ya sabía lo que iba a encontrar allí, porque durante la preparación del congreso hice una visita previa al campo de concentración, y si la primera vez fui tocado por este dolor y lo reservé sólo para mí; esta segunda vez no quiero que se quede en mí, hoy lo comparto contigo para que juntos hagamos algo para evitar que esto no vuelva a suceder, para que en tu casa, en tu comunidad, en tu trabajo como educador y por la calle demos ejemplo e invitemos a construir la paz. Es necesario educarnos y educar a que cada uno de nosotros debe encontrar sanas salidas a los problemas que vivimos, sin tomar víctimas expiatorias. Es necesario respetar al que es diferente según nuestros criterios, al que no piensa como nosotros, al que creemos que no va hacia donde nosotros vamos. No se trata de ser tolerantes, se trata de un profundo respeto y reconocimiento del otro, se trata de comenzar a amar.  

       Cracovia, 6 de mayo 2005. 

Lazos de Vida (Kindertransport)

Ahora, después de 19 años de aquella experiencia y al conocer lo heroica que fue la acción de Nicholas Wintón al salvar 669 niños de morir en el campo de concentración, y al saber que fue la educación de su madre la que influyó para que él hiciera tal hazaña, me parece aún más importante más que nunca la formación en valores que un niño debe tener. Te invito a ver y ser críticos en esta película desde la acción educativa, y entonces, podrás hacer que tu labor educativa valga la pena, porque a través de ella, estarás construyendo una mejor sociedad, un mejor ser humano.  

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