Es común escuchar que cada persona aprende de manera diferente, especialmente en el ámbito educativo, pero ¿qué implica realmente esta afirmación? Comprender cómo niños y adolescentes asimilan la información es fundamental para promover un aprendizaje efectivo y personalizado. Ya sea en el aula o en casa, conocer estas variaciones en el aprendizaje y adaptar las estrategias a las necesidades individuales puede ser decisivo en el desarrollo académico y emocional de los estudiantes.
El proceso de aprendizaje es uno de los fenómenos más fascinantes y complejos que ocurren en el cerebro humano. Cada vez que adquirimos un nuevo conocimiento o habilidad, nuestro cerebro forma y refuerza conexiones neuronales, lo que nos permite almacenar y aplicar lo aprendido de manera más efectiva.
En este espacio, exploraremos cómo el cerebro procesa la información y cómo diferentes estrategias educativas pueden influir en este proceso. Al final, tanto docentes como padres contarán con herramientas prácticas para identificar y potenciar las habilidades únicas de cada estudiante, fomentando así un entorno educativo más inclusivo y eficaz.
Aprender es un proceso continuo y dinámico mediante el cual adquirimos, modificamos y reforzamos conocimientos, habilidades, valores y actitudes. Mayer (2002) señala que, aprender implica "un cambio relativamente permanente en la capacidad del comportamiento, el cual ocurre como resultado de la experiencia". Este proceso no solo se limita a la adquisición de nueva información, sino que también incluye la reorganización y consolidación de conocimientos previos para aplicarlos de manera efectiva en diferentes contextos.
El proceso de aprender no es solo cuestión de adquirir información; es un fenómeno profundamente anclado en la plasticidad cerebral. Según Stanislas Dehaene (2019), cuando aprendemos, nuestro cerebro no solo almacena datos, sino que reorganiza y fortalece las conexiones neuronales, creando redes más eficientes. Este proceso, conocido como plasticidad cerebral, es lo que nos permite adaptarnos, mejorar nuestras habilidades y desarrollar nuevos conocimientos a lo largo de la vida. Dehaene (2019) destaca que esta capacidad de adaptación es crucial para cualquier forma de aprendizaje, desde aprender a leer hasta dominar una nueva habilidad técnica.
Según Dehaene, para que un niño aprenda de manera efectiva, es esencial que se combinen varios elementos clave. La atención es el primer pilar: cuando un niño está enfocado en una tarea, (como resolver un problema de matemáticas, por ejemplo), su cerebro puede procesar la información con mayor claridad. Imagina que el niño está resolviendo un ejercicio de suma en clase; si está concentrado, podrá captar las instrucciones del maestro y aplicar lo que ha aprendido. El esfuerzo activo es el siguiente pilar: requiere que el niño practique activamente lo que está aprendiendo. Por ejemplo, al realizar varias sumas, su cerebro va fortaleciendo las conexiones que le permiten entender y recordar cómo sumar correctamente.
La retroalimentación es crucial para que el aprendizaje sea efectivo. Supongamos que el niño comete un error al sumar; cuando el maestro le señala el error y le explica cómo corregirlo, el niño aprende a evitar ese error en el futuro. Por último, la consolidación ocurre cuando el cerebro, durante el sueño, revisa y organiza lo aprendido durante el día. Después de una buena noche de sueño, el niño recordará mejor las sumas que practicó, lo que le permitirá continuar aprendiendo de manera más eficiente. Según el neurocientífico Stanislas Dehaene (2020), estos cuatro pilares—atención, esfuerzo activo, retroalimentación y consolidación—trabajan juntos para garantizar que el aprendizaje sea profundo y duradero.
Los estilos de aprendizaje, propuestos por diversos autores, ayudan a entender cómo cada individuo asimila y procesa la información de manera diferente. Fleming y colaboradores (2001) desarrollaron el modelo VARK, ampliamente utilizado porque permite a los educadores identificar y adaptar sus estrategias pedagógicas a las necesidades de cada estudiante. Este modelo clasifica a los aprendices en cuatro categorías: visual, auditivo, lectura/escritura y kinestésico. Los aprendices visuales prefieren el uso de imágenes y gráficos; los auditivos se benefician de las explicaciones orales; los de lectura/escritura prefieren textos y notas; y los kinestésicos aprenden mejor a través de la acción y la práctica directa. VARK subraya la importancia de adaptar las estrategias educativas a las preferencias individuales para maximizar el aprendizaje.
Para apoyar el desarrollo de los diferentes estilos de aprendizaje en los niños, tanto docentes como padres pueden implementar varias estrategias: en el aula, los maestros pueden diversificar sus métodos de enseñanza, utilizando una combinación de recursos visuales (uso de diagramas y gráficos), auditivos (Grabaciones y podcasts) y kinestésicos (Role-playing y dramatizaciones) para atender a las distintas necesidades de los estudiantes. Asimismo, es importante que los maestros ofrezcan retroalimentación regular y constructiva, ayudando a los estudiantes a identificar sus fortalezas y áreas de mejora.
En casa, los padres pueden apoyar el aprendizaje proporcionando un entorno rico en estímulos que fomente la curiosidad y el interés por aprender. Por ejemplo: pueden involucrar a sus hijos en actividades que promuevan distintos procesos de aprendizaje, como leer juntos para fortalecer la inteligencia lingüística o realizar experimentos sencillos para estimular la inteligencia lógico-matemática. Al colaborar en la creación de un entorno de aprendizaje personalizado, tanto en la escuela como en el hogar, se promueve un desarrollo más completo y equilibrado de las capacidades de los niños.
En resumen, comprender cómo el cerebro procesa la información y cómo cada estudiante aprende de manera única es esencial para crear un entorno educativo inclusivo y efectivo. Integrando estrategias basadas en la neurociencia con enfoques que consideren los distintos estilos de aprendizaje, docentes y padres pueden potenciar el desarrollo académico y emocional de los estudiantes, promoviendo un aprendizaje significativo que perdure toda la vida.
Fuentes y referencias
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Dehaene, S. (2019). ¿Cómo aprendemos?: Los cuatro pilares con los que la educación puede potenciar los talentos de nuestro cerebro. Siglo XXI Editores. ISBN: 9876299743.
Fleming, N. (2001). Teaching and Learning Styles: VARK Strategies, Editorial Christchurch, Nueva Zelanda.
Mayer, R. E. (2002). The promise of educational psychology: Teaching for meaningful learning. Prentice Hall.
Recomendaciones de lecturas
Maldonado-Sánchez, Milagros, Aguinaga-Villegas, Dante, Nieto-Gamboa, José, Fonseca-Arellano, Félix, Shardin-Flores, Linda, & Cadenillas-Albornoz, Violeta. (2019). Estrategias de aprendizaje para el desarrollo de la autonomía de los estudiantes de secundaria. Propósitos y Representaciones, 7(2), 415-439. https://dx.doi.org/10.20511/pyr2019.v7n2.290
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Solórzano López, J. B., Lituma Alejandro, L. A., & Espinoza Freire, E. E. (2020). ESTRATEGIAS DE ENSEÑANZA EN ESTUDIANTES DE EDUCACIÓN BÁSICA. Revista Metropolitana de Ciencias Aplicadas, 3(3), 158-165.
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