A lo largo de nuestra vida académica hemos escuchado acerca de diversas metodologías innovadoras: Aprendizaje Invertido, Pedagogía de la Comprensión, Montessori, Aprendizaje Situado y sí, también del Aprendizaje Colaborativo.
El Aprendizaje Colaborativo, en realidad, es una forma de trabajo que puede estar presente en diferentes metodologías didácticas. Comúnmente lo entendemos como trabajar en equipo y si bien esta idea no está equivocada, representa una visión acotada de sus implicaciones y alcances.
La realidad es que poner a trabajar juntos a un grupo de estudiantes no es suficiente para lograr un aprendizaje colaborativo, este conlleva una serie de decisiones y acciones en las que profundizaremos en otro momento. Lo que sí podemos afirmar es que quienes se atreven a implementarlo en su comunidad educativa, cosechan diversos frutos, entre los que destacan:
1. Mejorar el aprendizaje académico
La interacción social, ya sea presencial o mediada por la tecnología, fortalece uno de los pilares de la educación planteados por la UNESCO (2001): aprender a conocer.
Vygotsky considera que la relación con los demás es el origen de los procesos mentales, la interacción da lugar a la adquisición de ideas, conocimientos, actitudes y valores, propiciando un mayor desarrollo cognitivo.
El intercambio y la conversación entre pares en donde algunos son más conocedores ofrece un andamiaje, concepto acuñado por Jerome Bruner para referirse a la ayuda pedagógica que se brinda a un educando para que pueda enfrentar los retos de la experiencia educativa y así posibilitar su aprendizaje.
En contraparte, si la interacción es con un grupo de personas menos expertas, también se obtienen beneficios. Cuando una persona le explica a otra busca ejemplos, palabras sencillas, otras formas de entender para hacerlo más accesible, y mientras explica, comprende más el tema. Como cuando los profesores aprendemos más por explicar en clase. Brindar ayuda es una excelente forma de profundizar en la comprensión.
Por su parte, Piaget también considera a la interacción con las personas como uno de los ingredientes esenciales para dar lugar al aprendizaje, lo que permite construir conocimiento y modificar esquemas cognoscitivos acerca del mundo.
2. Robustecer el sistema de valores y las destrezas sociales
La relación directa con la diversidad amplía y enriquece la visión de los estudiantes. Así, se desarrollan otro par de los pilares propuestos por la UNESCO: aprender a ser y aprender a vivir juntos.
Las habilidades sociales y comunicativas requieren de práctica para consolidarse: el trabajo colaborativo es una oportunidad para ello. El aprendizaje social explica cómo se aprende del comportamiento de otros, potenciando el desarrollo de valores como el respeto, la tolerancia, empatía, bondad, paciencia…
De igual forma, pone en juego destrezas sociales como la escucha, el diálogo, la negociación, pedir o brindar ayuda, construir acuerdos, entre otros.
3. Optimizar el desempeño individual
El principal motivo de organizar experiencias educativas en el marco de la colaboración es que este trabajo entre pares sea un andamiaje funcional que mejora el desempeño individual: trabajamos juntos para aprender a trabajar solos.
La interacción propicia procesos cognitivos que son terreno fértil para el aprendizaje. En ese sentido, gracias a la colaboración es posible que quienes participen, tengan acceso a un nivel de rendimiento superior que si el aprendizaje lo realizaran de forma individual.
De esta forma se afianza el cuarto pilar de la educación planteado por la UNESCO: aprender a hacer.
La cooperación nos mejora a todos, no solo favorece a los que necesitan más ayuda. También beneficia a quienes la brindan: es una relación ganar-ganar.
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