La formación académica de un alumno debe estar supervisada directamente por los docentes a cargo del grupo, sin embargo, los maestros deben seguir preceptos que surgen desde las instituciones rectoras de gobierno que, de acuerdo con la política educativa vigente, esta se aplicará con las medidas pertinentes de cada escuela.
A través del tiempo estas medidas, normas y reglamentos son permeados a través de la sociedad de padres de familia, la cual pone un sesgo en el devenir de la aplicación de la normativa, este proceso se ve beneficiado porque los grandes actores de la formación del educando como lo son, la institución y los padres de familia, intervienen en el proceso educativo por lo que tendremos como resultado una relación académico-social sana que permita afrontar juntos las situaciones inherentes al periodo escolar tanto dentro como fuera del contexto escolar, es decir, también se beneficia el contexto familiar.
La escuela y la familia son los grandes eslabones sociales, formadores de hijos por un lado y alumnos por otro, quienes deben unir esfuerzos en el desarrollo de los mismos y puedan formar personas capaces de enfrentarse a la vida laboral y social, para Cano y Casado (2015) el concepto de familia se refiere a:
Un conjunto de personas unidas por lazos de herencia genética, consanguinidad, afectos, cuidado, apoyo y vivencias compartidas que, bajo la custodia de unos padres, se constituye en el eje generatriz de la sociedad (pág. 4).
Quienes en su diaria convivencia heredan las costumbres y tradiciones sociales, desarrollan los valores para confrontar con su realidad y dan forma al ser social.
Para la generación actual la escuela se ha vuelto una especie de sistema correccional en la cual los deberes de familia se han querido transferir al actuar docente.
A decir de Savater (1997) en su libro, el valor de educar:
En la familia el alumno aprende aptitudes que son fundamentales cómo: hablar, asearse, vestirse, obedecer a los mayores, proteger a los más pequeños, es decir, convivir, compartir alimentos, participar en juegos colectivos respetando reglamentos, distinguir lo que está bien y lo que está mal, identificarse con una comunidad, esta es la socialización primaria (págs.55-56).
Por consecuencia los procesos de socializar con cualquier persona y grupo tendrán sino éxito, menos dificultad porque hay factores personales que pueden diferir de la teoría.
Continuando con Savater:
La socialización secundaria se realiza en la escuela, ahí se adquieren conocimientos y competencias de acuerdo con cada nivel, si no se ha hecho un buen trabajo en casa, en la escuela se perderá mucho tiempo queriendo regular ciertas actitudes de los educandos. (pg.55-56).
Esto implica que haya otras instancias que permitan mediar las responsabilidades entre la escuela y la familia, normalmente es la psicóloga escolar quien realiza estas gestiones, integrando a las partes para que se puedan llevar a cabo los procesos de enseñanza-aprendizaje, influyendo esto en el crecimiento académico de los alumnos.
Así es como nacen las relaciones positivas escuela-familia, para dar seguimiento al proceso educativo y social de los chicos, ciertamente, Émile Durkheim (1996) en su libro, educación y sociología dice:
Para que haya educación, es necesaria la presencia de adultos y una generación de jóvenes, ejerciendo acción, los primeros sobre los segundos (pág. 45).
De tal modo que la formación de los alumnos sea integral y responda a los criterios sociales, porque al final, la escuela al ser social permite nuevas relaciones y formas de entender la vida, haciendo que los jóvenes tengan un panorama académico-social-cultural compartido, permeado por cada familia y llevado a la vida diaria a través de los actos.
Esta sinergia necesariamente debe perdurar, no solo durante la estancia de los alumnos en la escuela, sino que aún al egresar, haya un lazo que una la formación con el centro escolar y las familias permitiendo que se mantenga la comunicación porque la escuela es parte del entorno.
Las psicólogas harán talleres para padres, alumnos y maestros, reforzando el compromiso y la responsabilidad, tejerán redes, motivarán a los alumnos y al personal y crearán compromiso de los padres, la escuela por su parte a través del reglamento hará valer su autoridad moral y trabajará con sus docentes en bien de la educación siendo justos en su proceder, los padres de familia apoyarán las acciones que emprenda la institución educativa y propondrán ajustes, cambios o cosas nuevas.
Como una forma de transmitir la educación lo es, el ejemplo, cada parte que interviene en el desarrollo de los jóvenes hará dentro de su rol, lo que le corresponde y esa corresponsabilidad será el ejercicio que permitirá forjar en los alumnos valores y principios éticos a lo largo de la vida, llevarán con orgullo las experiencias vividas en casa y el alma mater académica.
La institución por su parte trabajará con la plantilla docente en la revisión y actualización de planes y programas de estudio, estará pendiente del devenir académico interno y capacitará al personal en el buen servicio a la ciudadanía. Los maestros que conviven directamente con los jóvenes tendrán un desempeño ético y moral intachable conduciéndose con justicia y verdad.
Conclusión.
Según Alicia Razeto (2016) hay que:
Reconocer y valorar el potencial que cada familia representa por más diversa que sea, se vuelve un paso necesario y fundamental para acercar la escuela a las familias (Pág. 7).
Es en este sentido que la relación escuela-familia cobra vida, formando un vínculo positivo.
Bibliografía.
Durkheim E. (1996). Educación y sociología. Pág. 45.
Savater, F. (1997). El valor de educar. El eclipse de la familia. Págs.55-56.
Alicia Razetto (2016). Cuatro reflexiones para fortalecer la relación entre familias y escuelas. Pág. 7.
https://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1688-746820...
Cano González, R., & Casado González, M. (2015). Escuela y familia. Dos pilares fundamentales para unas buenas prácticas de orientación educativa a través de las escuelas de padres. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 18(2), 15-28. https://doi.org/10.6018/reifop.18.2.224771
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