La inclusión es un tema que en los últimos años ha cobrado fuerza en los foros de discusión sobre educación, ya que no solo nuestro país, sino el ambiente globalizado en el que nos desenvolvemos ha llevado a entender el valor que representa atender la diversidad y orientarla al reconocimiento de los derechos del otro y los propios para fomentar una sana convivencia. En ese sentido, aprender a vivir juntos conociendo, comprendiendo y aceptando las diferencias, es fundamental para favorecer un contexto educativo que se guíe por valores como el respeto, la tolerancia, la equidad y la justicia.
Desafortunadamente, las estadísticas e investigaciones sobre inclusión en México no son muy alentadoras conforme se avanza en la trayectoria educativa. Datos revelados por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (2022) ponen de manifiesto que:
De los alumnos con alguna discapacidad que están inscritos en escuelas comunes, 76 825 recibieron el apoyo de las USAER, lo que implica que 31.4% (134 711 niñas, niños y adolescentes) recibió atención especializada: 80.6% del total de estudiantes con discapacidad en educación inicial: 43.7% en preescolar, 40.1% en primaria y 18.6% en secundaria.
Lo anterior es solo una parte de lo que entendemos por falta de inclusión, ya que tradicionalmente se había asociado la misma con educación especial. No obstante, la inclusión va más allá, no solo se refiere a cómo se integra a un grupo “especial” de alumnos o si se cambian letras en los escritos o si se aprende lengua de señas, sino también a cómo es que entendemos la diversidad de todos los alumnos, manifestada en habilidades, capacidades, orígenes y contextos diferentes, que interactúan día a día en las aulas y fuera de ellas.
Ante esto, se han hecho modificaciones en la Ley General de Educación, por ejemplo, lo asentado en el Diario Oficial de la Federación (2019) en el que se señala que: “la educación inclusiva debería atender las necesidades, capacidades, circunstancias, estilos y ritmo de aprendizaje de todos los alumnos, así como eliminar cualquier forma de exclusión, discriminación y cualquier condición que se erija en una barrera al aprendizaje y la participación (BAP)”.
Lo anterior ha llevado a desarrollar una serie de estrategias a nivel nacional, tal como la Estrategia Nacional de Educación Inclusiva (2019); así como programas, planes y acciones que, desde cada trinchera, buscan impactar en la inclusión educativa de los distintos grupos que representan.
Bajo esta lógica, estamos expuestos como nunca a la interacción con el otro, con el diferente, con aquel que no comparte mi ideología, pero con el que voy a trabajar o estudiar y establecer relaciones sociales. Esto se aprecia de forma clara en las escuelas que ahora tienen cada vez a más alumnos de intercambio, que también se vinculan y forman alianzas no solo con ambientes educativos a nivel nacional sino también a nivel internacional, lo que, por ende, lleva a tener contacto con otras realidades y formas de entender el mundo.
Por ello resulta fundamental que cada vez haya una mayor comprensión de lo que entendemos por inclusión y que no se asuma su puesta en práctica como una demanda explícita de las autoridades del sistema educativo nacional, sino como una posibilidad para que hacia el interior de las escuelas y las comunidades se puede comunicar, implementar y vivir en el día a día.
En ese sentido, las recomendaciones que se dan para poder implementar la inclusión en un ambiente educativo se dirigen fundamentalmente a los siguientes elementos:
1. En primer lugar, abrir espacios de expresión de características y capacidades individuales que se consideren distintivas. Esto puede llevarse a cabo en el aula, destinando un momento de la clase para permitir que los alumnos y maestros indiquen aquello que consideran los hace diferentes, por ejemplo: gustos, actividades, ideas, pasatiempos, fuentes de entretenimiento. No hay como tal una temporalidad específica, lo relevante es que comience a abrirse un escenario de intercambio de realidades.
2. La familia como parte del proceso inclusivo a través de jornadas de integración social. En este punto se deben organizar actividades en las que el común denominador sea la diferencia y la integración, se recomienda organizarla sobre un tema específico, es decir, que no sea tan abierto que se salga de control, pero sí con un eje que pueda guiar el intercambio de ideas y actividades en relación a la temática; por ejemplo: podría usarse como eje el juego y que los alumnos lleven a la escuela un juego que habitualmente practican con sus papás y que crean sea diferente a alguno que juegan todos.
3. Como tercer punto permitir la manifestación de experiencias o ideas a través del arte, en ellas se puede plantear un caso de falta de inclusión ya sea de la escuela o del ambiente social en general y pedir a los alumnos que hagan una representación que fomente la inclusión. Por ejemplo: una obra de teatro que represente la falta de inclusión de personas con problemas para practicar deportes en la clase de educación física, un vídeo que muestre el impacto que tiene no poder vincularme con otros por mis gustos o el no hablar su idioma.
4. Destacar el valor de expresarse de modo distinto. Además del lenguaje inclusivo, la lengua de señas o el inglés, francés, japonés, náhuatl, mixteco, maya, ¿Qué otras lenguas o formas de comunicarse conocen?, ¿De qué manera se favorece la comunicación entre grupos para el intercambio de ideas?, ¿Fuera de las clases, hay dinámicas para convivir y compartir en diferentes idiomas?
Lo señalado hasta aquí solo son algunas sugerencias que buscan abordar los distintos modos en que se puede propiciar la inclusión en los ambientes educativos, si bien hay un esfuerzo sustancial por hablar del respeto a la diversidad y la apertura a otras realidades sociales, es importante que esto empiece a vivirse en la escuela para que sea algo que se extienda a la sociedad y se pueda hacer partícipe a los padres de familia de propuestas que reflejan muchas de las inquietudes que tienen sus hijos sobre la forma en que se relacionan con otras formas de entender el mundo y que de no recibir guía o acompañamiento, puede generar confusiones o interpretaciones tan diversas, que no puedan encauzarlas para una formación integral de su identidad.
Bibliografía:
Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (2022). Discapacidad y derecho a la educación en México.
Gobierno de México -Diario Oficial de la Federación (DOF) (2019), Decreto por el que se expide la Ley General de Educación y se abroga la Ley General de la Infraestructura Física Educativa, México: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/lge/LGE_orig_30sep19.pdf
Gobierno de México-Secretaría de Educación Pública (SEP) (2019), Estrategia nacional de educación inclusiva, México, SEP.
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