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Leer es ver otros mundos

Leer es ver otros mundos

Muchas veces a mitad del día, de la noche o en medio de un compás de espera, un libro nos rescata del tedio para sumergirnos en una historia, y en ella ir mostrándonos otro mundo que poco a poco vamos conociendo; se va tejiendo su trama, sus personajes y el ambiente donde sucede nos envuelve en la historia y esa otra realidad ficticia pero cierta que nos hará comprender algo de la nuestra. Escribe Amos Oz que "...cuando el mundo de una persona es oscuro, lee un libro y ve otro mundo", el escritor conoce del mundo, la guerra, el amor, la dificultad, la traición y la valentía de habitar en el mundo y lo poderoso de las historias que podemos compartir mediante la lectura. Si bien lo que nombramos mundo, es en realidad muchos mundos, como bien resume la frase coloquial “cada cabeza es un mundo”, la lectura aporta recursos para que suceda la interacción humana, es un antídoto contra la falta de interacción humana y la escasez del lenguaje en los tiempos que vivimos porque al leer entramos en un diálogo, una conversación consciente, humana y con sentido compartido que nos permite sintonizar sensibilidades y experiencias de pertenencia y continuidad afectiva. Al entregarnos a una lectura entramos no solo a un mundo, a una historia sino a un ramillete de emociones y circunstancias que nos aportan empatía, ya que la literatura relata, alcanza y pone la mirada en lo otro, nos muestra a la persona semejante, diferente o extraña, y en ese sentido la literatura es una puerta a la empatía e inclusión porque la lectura nos recuerda que todos somos seres con necesidad de interacción humana, seres del lenguaje, seres corporales y seres poéticos.

El arte y la literatura son experiencias cruciales en el desarrollo humano, ambas tienen su origen en el juego, son actividades que permiten a cada persona construir y explorar su mundo interior, detectar y asumir esas diferencias que hacen de cada quien un ser único para dar sentido a los puntos de encuentro con los demás. Conocer y comunicar la realidad es una necesidad humana, y la literatura es una forma de conocimiento que aún cuando es una actividad subjetiva nos permite captar un grado de la realidad en la historia representada, encontrando sentidos ocultos en un proceso de recreación y de asignación de sentido. Este complejo proceso implica enfrentar con valor y profundidad lo que nos hace diferentes y semejantes a la vez, eso indecible que para ser expresado requiere un giro nuevo en las palabras, un gesto, una expresión nueva y retadora, para esto no bastan las conceptos, hay que recurrir a imágenes, paradojas, metáforas, a un ritmo y una melodía en el discurrir de las palabras, tal como lo hace la literatura. En la literatura encontramos un puente que comunica dos subjetividades diferentes, quien cifra y quien descifra, quien crea y quien recrea, y es por eso que el texto literario cobra un valor excepcional, pues se vuelve un punto de encuentro, una comunicación que fluye y conecta a seres que antes estaban distantes.

Leer es ver otros mundos

Cada escritor y escritora tocan algo universal, humano y esencial, en ese encuentro recibimos una experiencia ética y estética. La experiencia ética nos pone en el zapato del otro; a la vez que sucede la experiencia estética de encontrar la belleza que se nos oculta en la cotidianidad para ser mostrada a través del lenguaje. De esta manera, al escuchar un cuento, observar las páginas de una historia, la niña, el niño o joven entra en contacto con la cultura y se abre a las demás personas, a sus experiencias, a los mundos y horizontes que se contemplan desde diversas perspectivas que van enriqueciendo el mundo propio. Al observar sin prejuzgar, al descubrir y averiguar los miedos, fantasías y habilidades de los personajes literarios nos permitimos ejercitar ese valor y tarea que es comprender al otro, ir conociendo y a la vez que conocemos ir comprendiendo a los personajes, lo cual abona la cualidad de ser empáticos, porque podemos conocer los cómos y los porqués del actuar del personaje, las consecuencias de sus decisiones e incluso hacer inferencias, predicciones y posibles fracasos que podrían a suceder a los personajes que nos son más entrañables.

La inclusión es una respuesta a la exclusión que existe, si queremos colaborar a una cultura de aceptación donde veamos a la diversidad como riqueza y no como limitación, deberíamos empezar por reconocer que es una problemática que nos involucra y nos llama a la acción a todas las personas; en éste sentido, quiero proponer a la lectura literaria como una actividad que nos ayuda a descubrir al otro a partir de las historias. Leer literatura en el aula puede ser un medio a partir del cual podemos ir tomando pasos a favor de la inclusión y la empatía en esa, nuestra pequeña sociedad como grupo escolar, donde podamos hacer conciencia y tomar responsabilidad del aprendizaje de todos, donde su grupo sea un grupo donde cada alumno pueda crecer lo mejor posible, donde de verdad incluyamos a todas las personas y evitemos formas veladas de exclusión como por ejemplo, invisibilizar al otro. Para incluir debemos darnos cuenta de cómo excluimos y tomar conciencia de ello para revertirlo por una forma de incluir.

La lectura nos mueve a conocer, soñar y construir otros mundos, contar historias suma a la visión incluyente de una persona; entre más finas sean las historias mejor podremos acceder al personaje y experimentar empatía, estar en el lugar del otro para desarrollar empatía, construir al otro dentro de nosotros mismos. Es muy importante compartir con los alumnos historias que los inviten a contar su propia historia, lograr esa alianza de ir conociendo los valores humanos a partir de la literatura donde se presentan mundos y personajes de diversidad y belleza que nos regalan la oportunidad de comprender y empatizar con otros mundos.

Empatía, respeto, concordia, confianza, unidad y diversidad, son valores indispensables que debemos integrar en el enfoque educativo, ante la polarización nos toca construir una cultura plural de aceptación de la diversidad de la sociedad e ir aprendiendo a cultivar las diferencias para poder reconocer que las semejanzas nos dan pertenencia pero las diferencias nos hacen complementarios; que la conversación nos empareja y nos permite pasar de la competencia a la colaboración, de la extrañeza a la comprensión, del rechazo e indiferencia a la empatía y aceptación, es decir a tomar acción y construir una comunidad lectora en el aula que se permite aventurarse a conocer otros mundos y otras formas de ser humano.

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