Descubre qué es la disciplina positiva, cuáles son sus beneficios y de qué forma podemos desarrollarla en clase con nuestros alumnos
Los tiempos evolucionan y, con ellos, se desarrollan nuevas formas de educar mejor en todos los ámbitos. Igual que el conocido método Montessori, la disciplina positiva también ha encontrado su lugar en la sociedad, las familias y los centros escolares.
La disciplina positiva es un modelo educativo que fue presentado en los años 20 por Alfred Adler y Rudolf Dreikurs y posteriormente promulgado por la psicóloga Jane Nelsen. Esta corriente defiende que la clave de la educación reside en el respeto, de modo que anima a los educadores a abordar su actitud de forma positiva, firme y afectiva. En definitiva, consiste en el equilibrio entre las normas y la paciencia y amabilidad para su aplicación. Así, se crea un vínculo emocional que propicia el buen comportamiento y desarrollo del alumno.
En esta ocasión veremos…
- Los fundamentos de la disciplina positiva
- 5 beneficios de la disciplina positiva en la educación
- Cómo aplicar disciplina positiva en clase
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Los fundamentos de la disciplina positiva
La disciplina positiva tiene como objetivo entender el comportamiento infantil y juvenil para ofrecer a las familias y docentes herramientas que les permitan educar desde el respeto mutuo. Esto no significa que no existan normas ni autoridad, sino que dichas reglas se puedan aplicar desde un “autoritarismo-democrático”, firmeza y amabilidad a partes iguales.
Existen 5 fundamentos principales de la disciplina positiva:
1. Establecer una conexión emocional
Como adultos, debemos ser la voz racional frente a la necesidad primitiva del niño. Se trata de facilitar la comunicación y empatizar para hacerles protagonistas de sus propios logros y errores. No es lo mismo decir “estoy orgulloso de tu calificación” que “debes sentirte orgulloso por tu calificación”.
2. Fijar objetivos alcanzables
Motivarles para alcanzar ciertas metas realistas o alimentar la autonomía y la autoestima son ejemplos de todo lo que hará que sean ellos mismos quienes determinen cuál es la forma correcta de actuar.
3. Ser guía y ejemplo
Sobre todo, en los primeros años de la infancia, los adultos (familia y docentes) somos el ejemplo de los niños y debemos comportarnos de la misma manera que queremos que sean en el futuro: autosuficientes, funcionales, líderes, resolutivos, independientes, emocionalmente estables, etc.
4. Diálogo y acuerdos como método
En lugar de promover sus acciones mediante castigos, amenazas y sobornos (premios), establecemos acuerdos de mutuo beneficio para que sean conscientes de lo que debe hacerse, dialogamos si no estamos de acuerdo y escuchamos activamente sus inquietudes.
5. Destacar las buenas conductas
Es sencillo puntualizar los errores y sigue siendo necesario hacerles conscientes de los mismos, pero siempre de forma constructiva para que no crean que no son capaces. Esto también implica celebrar el logro de la misma forma que lamentamos el fallo.
5 beneficios de la disciplina positiva en la educación
Aunque la disciplina positiva se conoce desde hace tiempo, no ha sido hasta ahora cuando se ha comenzado a aplicar más habitualmente. Existen varios beneficios demostrados:
- Previene y corrige malas conductas con habilidades sociales básicas
- Ayuda a los niños a sentirse conectados con su entorno y a ser más cooperativos
- Establece firmeza y amabilidad al mismo tiempo. Es decir, verán al adulto como una figura de autoridad en la que se puede confiar
- Es efectiva a largo plazo, a diferencia del castigo que solo funciona como parche
- Invita a los alumnos a descubrir sus destrezas y capacidad resolutiva
Cómo aplicar la disciplina positiva en clase
Para comenzar a aplicar la disciplina positiva debes tener en cuenta que es un proceso que requiere de paciencia, así como de individualizar la educación de los alumnos. No todos tienen las mismas necesidades ni todos necesitan el mismo grado de atención.
El acompañamiento personalizado de cada alumno pasa por la buena comunicación. Además, podemos poner en marcha acciones como:
- Ser un buen modelo a seguir. Si enseñamos, por ejemplo, a no gritar, es preciso que en momentos de caos promuevas el diálogo por tu parte y las buenas conductas.
- Establecer, consensuar y poner en común las normas de la clase. Si ellos mismos las elaboran y las aprueban les haremos partícipes de sus errores en caso de que no las cumplan.
- Elogiar con pegatinas y otros reconocimientos. Depende de la etapa educativa y es un procedimiento más aplicado a Infantil y Primaria, pero se trata de reconocer tanto los aciertos como los errores con el mismo grado de importancia.
- Fomentar la empatía. Los ejercicios colaborativos y los ejemplos prácticos en las tutorías son un acierto. En lugar de condenar una actuación errónea, explicamos qué está mal, por qué motivo lo está, cómo pedir perdón y cuál es el procedimiento correcto.