Artículo escrito por Catalina González Vilar, autora de Literatura Infantil y Juvenil, galardonada con numerosos premios y reconocimientos en el ámbito editorial, entre ellos el Premio El Barco de Vapor 2012. Es la creadora del hilo conductor de Matices, el nuevo proyecto educativo de SM para el Primer Ciclo de Primaria.

Siempre he creído que la motivación es el motor del aprendizaje, y que pocas cosas motivan tanto como una buena historia. Cuando escribo para niños y niñas que están dando sus primeros pasos como lectores, intento no perder de vista que la lectura no es solo un ejercicio académico, sino una puerta a la creatividad, a la imaginación, al juego.
Cuando SM me propuso escribir los cuentos del primer ciclo de Primaria de su nuevo proyecto Matices, fui muy consciente de la responsabilidad que implicaba escribir esos cuentos que formarían una parte importante de la experiencia lectora de los niños y niñas. También pensé en cuantos personajes de los proyectos educativos de SM como Pupi o Rasi y la Pandilla de la ardilla han acompañado a los alumnos desde hace años en sus libros de texto, y ya forman parte del imaginario de muchas aulas. Me hizo ilusión imaginar que mis personajes podrían sumarse a esa tradición, con historias que no solo entretuvieran, sino que también animaran a leer, a pensar y a emocionarse.
Estas historias, protagonizadas por unos personajes que vamos conociendo cada vez mejor, son una gran motivación para mirar el libro de texto con más expectación y simpatía, deseando avanzar y descubrir qué nos aguarda.
Convertidos en personajes familiares, los personajes aparecen de manera transversal a lo largo de todas las materias, haciendo que los alumnos se sientan acompañados en el desafío de aprender y poner a prueba sus conocimientos. Y, algo no menor, aportando calidez y alegría al libro. Además, a mi entender, la fantasía aproxima esas páginas al juego en su modo más enriquecedor, el que nos relaja, nos invita a pensar con más libertad y a ser más creativos.
Teniendo presente todo esto, me propuse dos cosas, la primera, que las historias estuviesen bien escritas, que fuesen literarias, no un mero ejercicio de lectura. La segunda, que los niños, que están experimentando por primera vez el placer y también el esfuerzo, de leer por ellos mismos, encontrasen un pequeño tesoro en cada historia.
Por eso, en cada una de ellas hay un elemento mágico, algo sorprendente, algo bello, algo que nos invita a seguir imaginando.
Así surgió el bosque de Monteoscuro, un territorio de cuento donde todo es posible y en cuyo centro encontraremos una escuela mágica a la que acuden los niños de los cuatro reinos vecinos A esa escuela es a la que llegará nuestro protagonista, Teo, desde el mundo real para pasar el curso.
Allí conocerá a Mica, una niña troll, Lena, una niña bruja y Topi, un cerdito volador. Junto a ellos visitará la huella de un gigante, montará en escoba, abrirá los mil cajones de un armario guardalotodo, asistirá a una carrera de trolls o hará frente al malvado brujo Malún. La idea, es que nos traslademos un rato a Monteoscuro y regresemos con mucho que comentar y que imaginar a partir de ahí.
Pero no se trataba de que las historias fuesen sencillamente una sucesión de fuegos artificiales. Quería que el mundo de Monteoscuro, se convirtiese para los lectores en un lugar acogedor en el que pudiesen sentir, junto a sus protagonistas, emociones, dilemas, temores, semejantes a los suyos. Por ello, el trasfondo de las historias siempre es un tema cercano a la experiencia de los alumnos y a su aprendizaje: la amistad, el miedo, los enfados, la timidez, el cuidado de la naturaleza, los cumpleaños, los secretos, la constancia, la aceptación de uno mismo…
Espero que el hechizo funcione y gracias a Teo, Mica, Lena y Topi los alumnos se acerquen con curiosidad renovada a los libros de este curso, llegando quizá a asociar la sensación de asombro y maravilla al propio proceso de aprendizaje. Ojalá sea así, porque se me ocurre un estímulo más poderoso.